Lima, la utópica. La
selva de cemento para un año venidero. Mucha algarabía y sonrisas en el rostro
del pueblo. Pero se han detenido a pensar ¿a dónde vamos?
La inseguridad en las
calles se ve adicionada con un aumento de tráfico infernal, mientras que los
pobres telespectadores se embrutecen cada día más con los intentos disforzados
de una programación nacional que a gritos pide una reforma. Algunos jóvenes
liberados de una droga llamada Facebook buscan actividades que les permitan
expresarse, mientras otros, adaptados al sistema decadente, buscan una
oportunidad para poder estudiar en alguna universidad, con la esperanza de
alcanzar una vida tradicional.
Y ¿es esto lo que en
verdad queremos con nuestra gente? ¿Con nuestras vidas? Necesitamos de la reinvención, tomando como base a
aquella época, donde se podía ver a una sociedad fortalecida en principios
morales y éticos. Claro está, con la adición y aceptación de nuevas propuestas
de convivencia que cobran polémica (como el matrimonio y la adopción gay, o la
inscripción legal de un neonato con género “X”). Es necesario saber hasta qué
punto nuestra prejuiciosa moral podrá aceptar esta batahola. Mientras tanto, la
tolerancia será necesaria, como buena píldora que ya le hace falta a algunas
cabezas de la iglesia, quienes a veces simulan una convivencia en la era del
oscurantismo absoluto.
¿Y cómo controlar el
tsunami de información digital? Mientras el internet se ha vuelto un asilo perfecto
para los fóbicos sociales, también ha demostrado ser el arma perfecta para
aquellos inescrupulosos que ocultos bajo pseudónimos generan la estrategia
perfecta para la caza de incautos. Como un cocodrilo en gallinero. Es un
problema que deben de afrontar las familias, podría decirse, pero ¿de qué
familia podemos hablar si hay cada vez más padres que, bajo su escasa formación
y edad, son incapaces muchas veces de manejar un ordenador?
Prendo la radio, y
definitivamente la noto enferma. Sí, enferma de pésimas jergas, de bromas de
alto calibre a un horario familiar (¿Y el ANDA, se cansó de andar?). Como reza
un spot “la radio está más cerca de la gente”, debería de existir un poco más
de conciencia y regalarnos gratos momentos de cultura y diversión, que en buena
cuenta pueden caminar juntas. No la releguemos solamente a dos emisoras
citadinas.
La música y los ritmos
actuales, que en buena cuenta son creaciones, también deberían de ser
revisados. No todo lo exitoso es bueno señores.
El facilismo, el consumismo,
lo chic y la megaoferta de tarjetas de créditos nos llevan a una pérdida de conciencia.
Y ¿dónde están los agentes reguladores? ¿Aquellos que enseñan cómo funcionan
las benditas de plástico? Claro, conviene más la deuda y el embargo que un
ciudadano correctamente informado.
¿Y la educación señores? ¿A dónde vamos? Escuchaba hace algún tiempo a una directora de colegio protestar por no querer entrar a un concurso de plazas ¿Se teme la pérdida de la vacante? No puede ser que nuestros formadores no se encuentren preparados y que encima, se tomen la gracia de protestar y defender con uñas y dientes un puesto que poco a poco les ha ganado distancia. Este campo exige reingeniería total. Y no sólo lo agradecerán los estudiantes, sino aquellas nuevas generaciones que poco a poco ven en las pandillas juveniles un futuro más interesante.
Es necesario preguntarse
entonces ¿A dónde vamos? Tomemos el timón y manejemos con mucho coraje, ánimo y
tolerancia, que entre todos podremos llegar a buen puerto.
Finalmente: no hablaré de
los logros, para eso están los gigantes de comunicación, ellos lo explicarán
mejor que su servidor.
Próxima parada: 2014.
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