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Mostrando las entradas de junio, 2008

La niña y el clavel azul

Con mucho esfuerzo, cruzamos la última vigilancia de emergencias del hospital. Mi padre buscaba un taxi, mientras mi madre se secaba las lágrimas con un pañuelo. Yo caminaba arrastrando los pies, trastabillando con todo lo que a mi paso asomaba, producto de los sedantes y del dolor. Esta vez había ido demasiado lejos y empecé a sospechar que, muy pronto, algo terrible me iba a suceder. Una vez dentro del auto, ella intentó quitar las amarras que me habían colocado. El conductor me miraba nervioso por el retrovisor. -No es común que suban a un loco en un taxi- pensé. Dio vuelta a la derecha y tomamos la vía rápida. El camino fue en silencio. Mi madre insistía en detenernos para comprar tijeras y cortar las amarras, pero nadie le hizo caso. Mi padre hablaba por celular, pidiendo que tuvieran preparada mi celda y las cámaras de video encendidas por si se me ocurría otra vez cortarme las venas o golpearme hasta quedar inconsciente. Mi afán por autodestruirme había llegado a límites insospe