- ¡Era cabro, huevón! ¡Te lo dije!
- ¡Ala que feo!
- Hay que joderlo nomás…
- O pero mi viejo dice que los cabros son sidosos… puta, mejor ya no lo invitamos a nuestras reus.
- Oe sí, que se vaya a contagiar a otro lado
Yo los escuchaba, en el cole. Con mi cabello engominado, mis excelentes notas y con un montón de lágrimas en la cara. Y sí, yo fui uno de los que sufrió este tipo de amenazas, peleas, jodas y demás.
Fui feliz al dejar el colegio. Un lugar donde existen reyes, bufones, hadas y brujas. Donde pueden mejorar tu vida o cagarla en una sola frase. Y la psicóloga:
- Si no quieres que te fastidien, pórtate como hombrecito. Anda a jugar al fútbol.
- Pero miss, a mí no me gusta…
- Vaya y juegue…
Y fui un malísimo portero, recibía pelotazos y la burla de todos. Porque en ese momento hasta el dolor se vuelve risa, pero una risa malvada, dura, de esas que te congelan el alma y no se puede respirar.
- No lo tomes a lo serio hijo, seguro estaban jugando, mañana hablo con tu profesora.
- No, mejor no…
- Pero tienes que ser hombre macho, así como tu papá…
- ¿El que engañó a mi mamá y nos abandonó?
- No digas eso, esas son cosas de grandes y tú no debes de juzgarlo.
- Pero él me dijo que si yo era cabro que me olvidara de él.
- ¡Cállate! Seguro lo dijo… no lo dijo así… ya mejor vamos a cenar.
Y así, un papá soberbio y orgulloso, miraba a su hijo, el inquieto, curioso e inteligente pero posible postulante a marica, como algo nefasto, equivocado.
- Vamos a jugar partido.
- Que no me gusta…
- ¡Patea!
- ¡No quiero!
- Entonces ponte a limpiar la casa…
- Papá…
- ¿Qué quieres?
- No, nada…
Y yo me callaba, no decía nada pero mis nervios me traicionaban y terminaba en alguna travesura, destruyendo algo, aunque ese algo fuera yo mismo.
- Tranquilo, mira, no pasa nada.
- Pero, es que…
- Relájate…
- No.
Mis primeras caricias no fueron de amor. El tío de la familia, caleta, escondido, serio de voz pero tremendo maricón, me pulseaba, me metía la mano. Por eso es que soy muy desconfiado de los tíos buena gente. Y así, pasó. Me corría y creo que por eso no me gusta visitar a la familia. Sólo me gusta estar en casa, en paz.
- ¿Quieres seguir hablando de esto?
- ¿De todo?
- De tu regresión. ¿Cómo te sientes?
- Sentirme, no sé. No es fácil volver a tus cinco años y recordar quién te intentó violar.
- Lo importante es que tú sepas que no tuviste la culpa.
- Todos me dijeron que yo tenía la culpa. Por mis amaneramientos… que yo los provocaba.
- No, no es así.
- ¿Me da un poco de agua?
Ya en canas, ya estabilizado, puedo reflexionar, intentar comprender, llorar, y perdonar. Sí, soy un amanerado, pero no soy loca. Nunca me provocó vestirme de mujer, ni tampoco me gusta el sexo con hombres, ni con mujeres.
- Eres pansexual.
- ¿Es malo?
- Nada es malo. Sólo eres así. Y ya.
- ¿Pero puedo tener hijos?
- Sí. Todos los que quieras.
- Gracias doctor, no me quiero quedar solo.
Y sí, porque en este país de mierda, todos los tíos maricones se quedan solos, abandonados, negados. Mueren, misma canción de Willie Colón, en la sala de un hospital.
Yo decidí tener hijos, porque adoro la familia. Pero no una familia incesta, ni negadora, ni hipócrita. Yo apuesto por una familia sincera, comprensiva, capaz de dar amor. He cuidado a mis sobrinos desde niños, soy celoso de cualquier persona que se acerque a ellos. Detesto a los cuñaditos, arrimados y encajosos que encima de tener hijos, los dejan abandonados. ¿Qué rico es no? Ellos tiran, tienen hijos, maltratan a la mujer y cuando regresan todos callan. Así es la familia, dicen.
Y ya.
- Entonces eres gay.
- No sé. No quiero a nadie, ni me gusta nadie.
- Respira y acéptate.
- ¿Cómo hacerlo?
- ¿Alguna vez te has enamorado de una mujer?
- Sí.
- ¿Y de un hombre?
- También.
- ¿Y cuál de los dos te gustó más?
- Ninguno.
- ¿Te gusta que te la metan?
- ¡No!
- Puta mare, tas bien jodido chibolo… ¡salud!
Los traumas psicológicos se llevan hasta la tumba. Yo los tuve, desde niño.
- Cállate, de eso no se habla. Ya olvídate.
- ¡No puedo hacerlo!
- ¡Por favor!
- ¡Déjame en paz! ¡Váyanse todos a la mierda!
- ¡Por favor, por favor! ¿Por qué te pones así?
- ¡No lo sé! ¡Sí lo sé! ¡Déjenme!
Quiero agradecerte tanto amigo mío por tu historia.
- Cuéntala huevón, tú eres bueno con eso. Pero no mientas, di todo. Mis mierdas, mis puta mares, mis todos…
- Espero puedan leerlas, se van a asustar.
- Que todos sepan que es bien feo vivir así. Cagado. Que tu viejo te niegue desde chibolo… que no te acepte tu familia.
- Ya, ya pasó.
Gracias por tus lágrimas, gracias.
- No digas que lloré ¿ya?
- Ya, ya, ok.
Prometo ir a visitarte.
- Huevón, pero no te pierdas ¿ya? Ven a verme.
- Ya, ¿te traigo algo?
- Ese pastelito de maracuyá. Taba rico.
Gracias por tu tiempo, espero verte pronto, loco. Y me acabo de enterar que el tío que te cagó la vida ya se murió. Ya pasó, ya fue. Respira.
Radiografías […]
Daniel Manchego
- ¡Ala que feo!
- Hay que joderlo nomás…
- O pero mi viejo dice que los cabros son sidosos… puta, mejor ya no lo invitamos a nuestras reus.
- Oe sí, que se vaya a contagiar a otro lado
Yo los escuchaba, en el cole. Con mi cabello engominado, mis excelentes notas y con un montón de lágrimas en la cara. Y sí, yo fui uno de los que sufrió este tipo de amenazas, peleas, jodas y demás.
Fui feliz al dejar el colegio. Un lugar donde existen reyes, bufones, hadas y brujas. Donde pueden mejorar tu vida o cagarla en una sola frase. Y la psicóloga:
- Si no quieres que te fastidien, pórtate como hombrecito. Anda a jugar al fútbol.
- Pero miss, a mí no me gusta…
- Vaya y juegue…
Y fui un malísimo portero, recibía pelotazos y la burla de todos. Porque en ese momento hasta el dolor se vuelve risa, pero una risa malvada, dura, de esas que te congelan el alma y no se puede respirar.
- No lo tomes a lo serio hijo, seguro estaban jugando, mañana hablo con tu profesora.
- No, mejor no…
- Pero tienes que ser hombre macho, así como tu papá…
- ¿El que engañó a mi mamá y nos abandonó?
- No digas eso, esas son cosas de grandes y tú no debes de juzgarlo.
- Pero él me dijo que si yo era cabro que me olvidara de él.
- ¡Cállate! Seguro lo dijo… no lo dijo así… ya mejor vamos a cenar.
Y así, un papá soberbio y orgulloso, miraba a su hijo, el inquieto, curioso e inteligente pero posible postulante a marica, como algo nefasto, equivocado.
- Vamos a jugar partido.
- Que no me gusta…
- ¡Patea!
- ¡No quiero!
- Entonces ponte a limpiar la casa…
- Papá…
- ¿Qué quieres?
- No, nada…
Y yo me callaba, no decía nada pero mis nervios me traicionaban y terminaba en alguna travesura, destruyendo algo, aunque ese algo fuera yo mismo.
- Tranquilo, mira, no pasa nada.
- Pero, es que…
- Relájate…
- No.
Mis primeras caricias no fueron de amor. El tío de la familia, caleta, escondido, serio de voz pero tremendo maricón, me pulseaba, me metía la mano. Por eso es que soy muy desconfiado de los tíos buena gente. Y así, pasó. Me corría y creo que por eso no me gusta visitar a la familia. Sólo me gusta estar en casa, en paz.
- ¿Quieres seguir hablando de esto?
- ¿De todo?
- De tu regresión. ¿Cómo te sientes?
- Sentirme, no sé. No es fácil volver a tus cinco años y recordar quién te intentó violar.
- Lo importante es que tú sepas que no tuviste la culpa.
- Todos me dijeron que yo tenía la culpa. Por mis amaneramientos… que yo los provocaba.
- No, no es así.
- ¿Me da un poco de agua?
Ya en canas, ya estabilizado, puedo reflexionar, intentar comprender, llorar, y perdonar. Sí, soy un amanerado, pero no soy loca. Nunca me provocó vestirme de mujer, ni tampoco me gusta el sexo con hombres, ni con mujeres.
- Eres pansexual.
- ¿Es malo?
- Nada es malo. Sólo eres así. Y ya.
- ¿Pero puedo tener hijos?
- Sí. Todos los que quieras.
- Gracias doctor, no me quiero quedar solo.
Y sí, porque en este país de mierda, todos los tíos maricones se quedan solos, abandonados, negados. Mueren, misma canción de Willie Colón, en la sala de un hospital.
Yo decidí tener hijos, porque adoro la familia. Pero no una familia incesta, ni negadora, ni hipócrita. Yo apuesto por una familia sincera, comprensiva, capaz de dar amor. He cuidado a mis sobrinos desde niños, soy celoso de cualquier persona que se acerque a ellos. Detesto a los cuñaditos, arrimados y encajosos que encima de tener hijos, los dejan abandonados. ¿Qué rico es no? Ellos tiran, tienen hijos, maltratan a la mujer y cuando regresan todos callan. Así es la familia, dicen.
Y ya.
- Entonces eres gay.
- No sé. No quiero a nadie, ni me gusta nadie.
- Respira y acéptate.
- ¿Cómo hacerlo?
- ¿Alguna vez te has enamorado de una mujer?
- Sí.
- ¿Y de un hombre?
- También.
- ¿Y cuál de los dos te gustó más?
- Ninguno.
- ¿Te gusta que te la metan?
- ¡No!
- Puta mare, tas bien jodido chibolo… ¡salud!
Los traumas psicológicos se llevan hasta la tumba. Yo los tuve, desde niño.
- Cállate, de eso no se habla. Ya olvídate.
- ¡No puedo hacerlo!
- ¡Por favor!
- ¡Déjame en paz! ¡Váyanse todos a la mierda!
- ¡Por favor, por favor! ¿Por qué te pones así?
- ¡No lo sé! ¡Sí lo sé! ¡Déjenme!
Quiero agradecerte tanto amigo mío por tu historia.
- Cuéntala huevón, tú eres bueno con eso. Pero no mientas, di todo. Mis mierdas, mis puta mares, mis todos…
- Espero puedan leerlas, se van a asustar.
- Que todos sepan que es bien feo vivir así. Cagado. Que tu viejo te niegue desde chibolo… que no te acepte tu familia.
- Ya, ya pasó.
Gracias por tus lágrimas, gracias.
- No digas que lloré ¿ya?
- Ya, ya, ok.
Prometo ir a visitarte.
- Huevón, pero no te pierdas ¿ya? Ven a verme.
- Ya, ¿te traigo algo?
- Ese pastelito de maracuyá. Taba rico.
Gracias por tu tiempo, espero verte pronto, loco. Y me acabo de enterar que el tío que te cagó la vida ya se murió. Ya pasó, ya fue. Respira.
Radiografías […]
Daniel Manchego
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